Eurovisión en la encrucijada: RTVE pide a la UER revisar el impacto político del televoto

En el Festival de Eurovisión 2025 ha pasado lo que muchos temían y otros ya daban por inevitable: la política ha vuelto a entrar por la puerta grande, se ha sentado en primera fila y, por si fuera poco, ha votado desde el móvil. RTVE, lejos de mirar hacia otro lado, ha decidido hacer lo que pocas veces ha hecho en su historia eurovisiva: levantar la mano, pedir turno de palabra y cuestionar las reglas del juego. España ha presentado ante la Unión Europea de Radiodifusión (UER) una solicitud formal para revisar cómo el televoto global podría estar afectando la neutralidad del concurso. Y aunque no lo digan en voz alta, todos sabemos de qué hablamos: Israel, Ucrania y un público internacional con motivaciones no siempre musicales.
Pero vayamos por partes.
Cuando la geopolítica rima con pirotecnia
Según RTVE, la introducción del televoto global —una novedad reciente que permite votar desde cualquier país del mundo, incluso desde aquellos que ni participan ni retransmiten el festival— ha terminado por abrir la veda a influencias externas que poco o nada tienen que ver con armonías, coreografías o modulaciones imposibles. No se trata solo del clásico “voto vecinal” o del inevitable “mi prima vive en Zúrich y votó por Albania porque le recuerda a su Erasmus”, sino de algo mucho más estructural: oleadas de votos movilizados en bloque por motivos extramusicales.
¿El resultado? Un Festival que, en su edición de Basilea, ha premiado con generosidad a candidaturas que han polarizado al público por cuestiones extramusicales. Israel, por ejemplo, terminó en segundo lugar con una propuesta tan discutida en lo estético como defendida en lo simbólico. ¿Estamos ante una deriva preocupante o simplemente ante la evolución natural de un evento cada vez más politizado?
RTVE: cuando España saca el carácter (con un Excel en la mano)
La cadena pública ha solicitado a la UER una evaluación transparente del impacto del televoto global, especialmente en contextos marcados por conflictos internacionales. Según ha trascendido, RTVE considera que el sistema actual puede favorecer candidaturas que canalizan el voto de protesta o de apoyo político, dejando en segundo plano aspectos puramente artísticos.
Es decir, que si tu canción habla de libertad, guerra, identidad o supervivencia, partes con ventaja. Pero si lo que ofreces es una pieza bien producida, con un buen directo y una propuesta escénica potente —pongamos por caso, ‘Esa Diva’ de Melody— puede que termines en el fondo de la tabla mientras el público sigue coreando “¡diva, diva, diva!” en los pasillos de la St. Jakobshalle.
Por supuesto, hay quien señala que RTVE, como cada año, necesita una explicación plausible para justificar la posición de España sin recurrir a los tópicos de siempre (“Europa no nos quiere”, “esto es política”, “con lo bien que ha cantado”). Pero esta vez el alegato no suena a excusa, sino a advertencia seria. Y no están solos.
Una UER en modo moderador
Desde la organización, el mensaje oficial ha sido que escucharán todas las propuestas y que están “revisando el sistema de votación global”. En el lenguaje eurovisivo, eso puede significar cualquier cosa: desde que están redactando un informe hasta que están organizando una reunión para decidir si harán un comité que evalúe la posibilidad de formar un grupo de trabajo. Pero algo se mueve.
De hecho, la presidenta del Grupo de Referencia de la UER, la sueca Ebba Adielsson, ya ha reconocido que están observando “cómo se comporta el televoto global”, aunque sin anticipar cambios para 2026. Traducido al eurofan: probablemente no pase nada de aquí a un par de años… a no ser que la presión mediática y diplomática se intensifique.
¿Soluciones? ¿Compromisos? ¿O resignación?
RTVE no ha pedido que se elimine el televoto global, pero sí que se revise su peso, su sistema de control y su posible manipulación organizada. Hay quien propone limitar su influencia al 5% del total, otros sugieren filtros por IP, verificación por tarjeta de crédito o incluso exigir un conocimiento mínimo de solfeo (vale, esta última propuesta no es oficial, pero haría maravillas por la calidad del voto).
Lo que está claro es que Eurovisión 2025 ha encendido una luz de alarma. El festival, que presume de ser apolítico mientras ondean banderas, da discursos y se escriben letras que caben en cualquier manifiesto, tiene que decidir si quiere seguir siendo un concurso de canciones o un foro simbólico de geopolítica con música de fondo.
Porque sí, puede que Melody no haya ganado Eurovisión, pero su grito de “diva empoderada” ha resonado con más autenticidad que muchos votos de última hora. Y RTVE, esta vez, ha hecho algo aún más difícil que afinar en directo: plantarse.
Fuente: El País