La VRT se lo piensa: Eurovisión ya no es ni tan euro, ni tan visión

Lo que hasta hace poco era una cita casi sagrada del calendario televisivo europeo —Eurovisión, ese festival donde las lentejuelas y las buenas intenciones convivían con la geopolítica de salón— empieza a generar dudas incluso entre sus fieles. Esta vez, la flamenca VRT ha sido quien ha alzado la ceja (y la voz), cuestionando abiertamente su participación futura en el certamen.
¿Eurovisión o Eurodivisión?
La gota que ha colmado el vaso en Bruselas —aunque la VRT sea flamenca, ya se sabe que en Bélgica todo está más cerca de un compromiso que de una decisión— ha sido la polémica votación del público español, que otorgó su puntuación máxima a Israel. Un país cuya presencia en esta edición ha generado más titulares que aplausos.
La televisión pública española, RTVE, ya ha solicitado una investigación oficial sobre el televoto. En la VRT, sin embargo, se muestran más diplomáticos: dicen no tener indicios de irregularidades, pero exigen a la UER “transparencia total” (así, con todas las letras). En otras palabras: no creemos que haya trampa, pero por si acaso, enseñadnos las cartas.
“Un evento cada vez menos unificador y apolítico”
Ahí es donde el discurso cambia de tono. La portavoz de la VRT, Yasmine Van der Borght, ha declarado sin tapujos que el festival, tal como está montado actualmente, “es cada vez menos un evento que una al público, y desde luego ya no es apolítico”.
Dicho en plata: lo que antes era una noche de música, banderitas y votaciones surrealistas, ahora se parece más a un consejo de seguridad de la ONU con focos de colores.
Y es que, según Van der Borght, el certamen ya no refleja los valores originales ni los de una emisora pública moderna. Una crítica sutil, pero afilada, hacia el rumbo que está tomando Eurovisión… y hacia la UER, que parece estar bailando al ritmo que le marcan ciertos intereses geoestratégicos.
Participar o no participar: esa es la cuestión
Aunque la VRT insiste en que sigue colaborando de buena fe con la UER, también lanza una advertencia clara: si no se responde con seriedad a sus preocupaciones, reconsiderarán su participación futura.
Por ahora, no hay reuniones previstas ni se han marcado fechas. Pero la amenaza está sobre la mesa: si esto sigue así, Bélgica podría desaparecer del mapa eurovisivo como si fuera un mal ensayo técnico.
La política flamenca entra en escena
Desde el Parlamento Flamenco, el partido socialista Vooruit ha exigido a la VRT que deje de ser tan tibia y pida también una investigación oficial sobre el televoto. La diputada Katia Segers ha señalado que un sistema que permite votar hasta veinte veces por persona es, literalmente, “una invitación a la manipulación”.
Y, claro, en pleno siglo XXI, donde la ética digital se enseña hasta en primaria, la idea de que se pueda votar veinte veces a lo loco suena, como mínimo, arcaica. O, en lenguaje eurovisivo, «poco transparente».
Presión desde los sindicatos y ONG
Por si fuera poco, Oxfam Bélgica y el sindicato socialista belga han pedido hace unos días que no se retransmita el Festival mientras Israel siga participando. La VRT, visiblemente saturada de comunicados, se limitó entonces a decir que no respondería más preguntas sobre el tema, como quien quiere acabar una cena incómoda con un postre de silencio.
¿Y ahora qué?
Eurovisión, ese eterno espejo deformante de Europa, parece estar en una encrucijada. ¿Es aún un espectáculo musical? ¿Una competición geopolítica? ¿Una gala benéfica de valores democráticOS
Mientras tanto, la VRT duda, RTVE investiga, el público debate, y la UER… canta bajito.
Fuente: Sognfestivalen