Eurovisión ante su espejo más incómodo: la EBU reconoce la tormenta geopolítica y promete un “plan de choque” para otoño

Ni todas las plataformas LED ni el confeti del mundo pueden esconder lo obvio: el Festival de Eurovisión ya no vive en una burbuja pop. En la Asamblea General de la Unión Europea de Radiodifusión (EBU) celebrada ayer, los miembros de la organización disfrutaron de un baño de cifras récord tras la edición de Eurovisión 2025, pero terminaron zambullidos en la piscina —a veces fría— de la política internacional.
Éxito indiscutible… y preguntas incómodas
Los delegados se felicitaron por la “alcance y resonancia cultural sin precedentes” del certamen: millones de espectadores, hashtags a la velocidad de un modulación sueca y la habitual catarata de memes. Sin embargo, nadie pasó por alto que las cuestiones de participación se han convertido en terreno minado. Traducido: cada nueva guerra o crisis internacional amenaza con colarse en el running order.
Israel en el centro del huracán (otra vez)
Durante el debate, varios miembros expresaron su apoyo a la cadena pública israelí KAN y destacaron la “presión constante” que sufre por parte de su propio gobierno. La frase clave fue “independencia editorial”, pero el subtexto era claro: la política doméstica de un participante no debería decidir quién canta y quién no… al menos sobre el papel.
Un mediador con curriculum televisivo
Conscientes de que el asunto se ha vuelto más complejo que la coreografía de un ganador ucraniano, la EBU ha fichado a un exdirectivo senior de televisión para dirigir “un diálogo estructurado” entre las radiodifusoras. En las próximas semanas, hablará con directores generales y demás pesos pesados para desentrañar cómo gestionar la participación, manejar tensiones geopolíticas y, de paso, copiar las buenas prácticas de otros eventos globales.
Su informe con recomendaciones se presentará este otoño.
Transparencia (palabra de moda) y otoño decisivo
La EBU promete mantener informados a sus miembros —y, por extensión, a un fandom que escruta cada comunicado con lupa de fan de CSI—. Habrá más debates, más comunicados y, previsiblemente, más titulares que nada tienen que ver con modulaciones ni con estribillos pegadizos. Lo importante, dicen, es que el festival continúe siendo ese espacio de “inclusividad, creatividad y sentido de pertenencia”. O, al menos, que el drama quede limitado al vestuario.
En otras palabras: Eurovisión sigue arrasando en audiencia, pero lo tiene más difícil para evitar la política que una participante española para evitar un ventilador XXL en la final. La gran pregunta ahora es si el futuro informe otoñal será un himno de reconciliación… o un mis “points désaccord” que pida un bis aún más sonoro.
Fuente: Eurovision.tv