Alice y Ellen Kessler, las gemelas que deslumbraron a Europa, mueren juntas a los 89 años

Alice y Ellen Kessler murieron ayer en su casa de Grünwald, a las afueras de Múnich, a los 89 años. Según adelantaron medios como Bild y Spiegel, la policía bávara ha abierto una investigación, aunque las primeras informaciones apuntan a una muerte asistida, práctica legal en Alemania bajo determinadas condiciones. Un final silencioso para dos artistas que pasaron la vida juntas y que habían dejado claro en su testamento que también querían irse juntas.

Nacidas en 1936 en Nerchau, en la actual Sajonia, su infancia estuvo marcada por la dureza: dos hermanos muertos por enfermedad, un padre alcohólico y violento, un hogar sin estabilidad. Años después, ellas mismas explicaban que su vínculo no era solo el habitual entre gemelas, sino un “pacto de supervivencia”. En 1952 lograron escapar a Alemania Occidental, un giro que cambiaría su destino para siempre.

Las Kessler bailaban desde los seis años y ya a los 18 pisaban escenarios de Düsseldorf con una profesionalidad que llamaba la atención. Tan fuerte fue su impacto que el director del Lido de París, Pierre-Louis Guérin, las contrató casi de inmediato. Allí nació la imagen que Europa nunca olvidaría: sincronía perfecta, glamour, disciplina, brillo. Un sello propio.

Desde París saltaron a toda Europa, pero fue Italia quien las convirtió en mito. Su irrupción en Studio Uno revolucionó la televisión con una mezcla irresistible de elegancia y picardía. Allí popularizaron su emblemático “Da-da-um-pa”, una melodía que se convirtió en fenómeno cultural y en parte esencial de la memoria televisiva del continente. En España su presencia durante los 70 las transformó en figuras cercanas y muy queridas.

Pero antes de romper moldes, dejaron su huella en el mayor escenario europeo: Eurovisión.
En 1959, Alemania las eligió internamente para representar al país con Heute Abend Woll’n Wir Tanzen Geh’n. Su número, ligero, coreografiado y adelantado a su tiempo, descolocó a los jurados del festival celebrado en Cannes. Terminaron octavas entre once países, pero marcaron historia: fue el primer dúo femenino y una de las primeras actuaciones con verdadera intención escénica, cuando Eurovisión aún era un concurso rígido y de estética limitada.

Los años 60 y 70 consolidaron su reinado. Grabaron discos en varios idiomas, realizaron giras internacionales, actuaron con Frank Sinatra y Fred Astaire, aparecieron en programas como The Red Skelton Hour y The Ed Sullivan Show y hasta rechazaron una participación junto a Elvis Presley en Viva Las Vegas. “No nos impresionó tanto”, recordaban con ironía alemana. Su frialdad ante el Rey del Rock se convirtió en anécdota legendaria.

En su vida personal mantuvieron una independencia férrea. Decidieron no casarse nunca, marcadas por la violencia doméstica que sufrieron en la infancia. “No queremos hombres en casa. Solo pensar en compartir baño es insufrible”, llegaron a decir a Bunte en 2024. Así eran: libres, autosuficientes, fieles solo a sí mismas y, sobre todo, la una a la otra.

En 2024 dejaron escrito su deseo final: ser incineradas juntas, en una única urna, junto a las cenizas de su madre Elsa y su perro Yello. Su filosofía entera se resumía ahí: “uno más uno es uno”.

Europa despide hoy a dos artistas que ayudaron a moldear la cultura pop del continente. Dos mujeres que llevaron la danza, la televisión y el espectáculo a un nivel nuevo cuando nadie lo esperaba. Murieron ayer, pero su eco permanece: en un archivo en blanco y negro de Eurovisión, en un compás de Da-da-um-pa, en cada mito que ayudaron a construir.

Fuente: Bild

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