Charlie McGettigan se suma a Nemo y anuncia que devolverá su trofeo de Eurovisión: la presión contra la UER sigue creciendo

Eurovisión vive días turbulentos, de esos que hacen temblar hasta los cimientos del mítico micrófono de cristal. Lo que empezó como un gesto aislado por parte de Nemo, ganador del festival en 2024, se ha convertido en una protesta que ya empieza a arrastrar a otros nombres de la historia eurovisiva. Este viernes, 12 de diciembre, Charlie McGettigan, vencedor de Eurovisión 1994 junto a Paul Harrington por Irlanda, confirmó que también devolverá su trofeo a la Unión Europea de Radiodifusión (UER).

El veterano artista lo anunció en un vídeo, donde expresó su apoyo directo a Nemo:

“Han expuesto muy bien su caso, por lo que, en apoyo de Nemo, me gustaría devolver también mi trofeo a la UER. Lamentablemente, ganamos en 1994 y no puedo conseguir el trofeo que recibimos entonces, pero si lo encuentro, también lo devolveré”.

Su mensaje, sencillo pero rotundo, ha vuelto a encender el debate sobre el rumbo del festival y el papel de la UER en medio de la crisis abierta por la participación de Israel en la edición de 2026.

Una protesta que ya trasciende lo simbólico

McGettigan difundió su posición a través de la Campaña de Solidaridad Irlanda–Palestina, donde se refirió a la presencia de Israel como la participación de “un Estado de apartheid”, y acusó a la UER de “arruinar su propio concurso para preservar el lavado de imagen israelí del genocidio”.

Sus palabras llegan apenas unos días después de la renuncia simbólica de Nemo, quien devolvió su micrófono de cristal alegando que ya no sentía que el trofeo le perteneciera. En su declaración, el artista suizo recordó que Eurovisión presume de defender unidad, inclusión y dignidad, pero que permitir competir a Israel contradice esos valores.

Nemo también citó el informe de la Comisión de Investigación Internacional Independiente de la ONU que concluyó que en Gaza se habían cometido actos constitutivos de genocidio. Su mensaje, convertido en viral, ha marcado un antes y un después en esta crisis.

La UER responde: respeto, sí; rectificación, no

El revuelo llevó incluso al propio director del festival, Martin Green, a pronunciarse públicamente. Consultado por la BBC, lamentó la decisión de Nemo, pero mantuvo firme la postura oficial:

“Nos entristece que Nemo desee devolver el trofeo que merecidamente ganó en 2024. Respetamos las opiniones profundamente arraigadas que ha expresado. Siempre seguirá siendo una parte valiosa de la familia de Eurovisión”.

Una respuesta que busca calmar las aguas, pero que en ningún caso abre la puerta a reconsiderar la participación de Israel, el punto que está generando la fractura más grave de la historia reciente del festival.

Un efecto dominó que la UER ya no puede ignorar

El gesto de McGettigan no llega en solitario: coincide con el clima de oposición creciente entre artistas, público y varias televisiones europeas. España, Irlanda, Países Bajos, Eslovenia e Islandia ya han anunciado que no acudirán a Eurovisión 2026 en Viena. Y viejas glorias del certamen, como Johnny LoganEmmelie de Forest o Salvador Sobral, también han pedido que se excluya a Israel.

Sobral fue especialmente contundente:

“Esta cobardía política que tenemos es consistente con la cobardía institucional de las instituciones públicas”.

La cascada de declaraciones sugiere que el festival atraviesa un momento crítico. Y aunque la UER insiste en que “Eurovisión es un evento no político”, los acontecimientos de estas semanas demuestran que el conflicto ya ha entrado de lleno en el ADN del concurso.

Lo que está por ver es si la organización resiste el terremoto… o si el terremoto acaba modificando para siempre la forma en que Europa entiende Eurovisión.

Fuente: X

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