Eurovisión: Una Fiesta de Inclusión Atrapada en la Telaraña de la Política Global
Eurovisión, ese vibrante festival que cada año reúne a millones de personas en torno a la música, es conocido por su espíritu festivo y su celebración de la diversidad. Sin embargo, tras los focos, el confeti y las melodías pegajosas, se esconde una realidad mucho más compleja y menos glamurosa. Organizar un evento de tal magnitud no es solo una cuestión de luces y sonidos, sino también de estrategia, seguridad y, cada vez más, de política internacional.
Karin Karlsson, quien recientemente estuvo al frente de la organización de Eurovisión 2024 en Malmö, es una de las pocas personas que conoce a la perfección las exigencias y desafíos que esto implica. Ahora, con la próxima edición de Eurovisión prevista para 2025 en Suiza, donde las ciudades de Ginebra y Basilea compiten por ser la sede, las advertencias de Karlsson adquieren una relevancia crítica.
«Eurovisión no es solo una fiesta alegre e inclusiva,» comenta Karlsson con una mezcla de nostalgia y precaución. «Es un evento atrapado en la telaraña de la política global». Durante la última edición en Malmö, la organización se vio obligada a enfrentarse a desafíos que nunca hubieran imaginado cuando obtuvieron la sede. El incremento en la alerta terrorista en Suecia, las amenazas de ciberataques y la tensa situación geopolítica mundial transformaron lo que debía ser un evento de celebración en una operación de alto riesgo.
Una de las mayores preocupaciones fue la seguridad. La tradicional aldea de Eurovisión, que en otros tiempos habría sido un espacio abierto lleno de vida y actividades, tuvo que trasladarse a un recinto cerrado para garantizar un mayor control. «El evento cambió de forma,» lamenta Karlsson. «Tuvimos que priorizar la seguridad, pero a costa de sacrificar parte de la esencia festiva y abierta de Eurovisión.»
Las cifras detrás de esta seguridad son asombrosas. Solo la policía de Malmö destinó aproximadamente 100 millones de coronas suecas (unos 8,6 millones de euros) para proteger el evento. Sin embargo, ni siquiera estas medidas pudieron eliminar el temor a ciberataques y campañas de desinformación. Karlsson advierte que Suiza también deberá prepararse para enfrentar estos desafíos: «Me sorprendería que Suiza no se viera afectada por ciberataques.«
Pero el impacto de Eurovisión va más allá de las preocupaciones de seguridad. Aunque se espera que el evento impulse el turismo y la economía local, la realidad es más compleja. La experiencia de Malmö muestra que, aunque los hoteles y centros de conferencias se llenan durante la semana del festival, el impacto a largo plazo es difícil de medir. «Eurovisión puso a Malmö en el mapa,» reconoce Karlsson, «pero todavía estamos esperando ver el impacto duradero.»
Con Ginebra y Basilea, a la espera del veredicto final, deben prepararse no solo para acoger una celebración de música y diversidad, sino también para enfrentar los desafíos que conlleva organizar un evento global en un mundo cada vez más impredecible. Eurovisión es mucho más que una fiesta de luces y sonidos; es un espejo que refleja las tensiones y ansiedades de nuestra era, desplegado en el escenario más grande del mundo.
Fuente: Blick.ch