Bélgica seguirá en Eurovisión 2026: la RTBF confirma participación entre tensiones, advertencias y un debate que no se apaga

Sarah Louise Bennett (EBU)

En un contexto en el que cada país parece moverse en una línea cada vez más fina entre diplomacia, ética y espectáculo televisivo, Bélgica ha optado por seguir en Eurovisión 2026.
La decisión, adelantada por la RTBF tras largas discusiones en la UER, llega con una advertencia clara: participamos, sí, pero no a ciegas.

La radiotelevisión francófona insiste en que su presencia en Viena irá acompañada de una postura firme sobre la protección de periodistas, el derecho a la información y la situación humanitaria en Gaza. Y si alguien esperaba un comunicado tibio, se equivocó de país.

“La cultura no es un entretenimiento desconectado de la realidad”

Jean-Paul Philippot, administrador general de la RTBF, dejó claro que la participación de Bélgica no es sinónimo de silencio.

En sus palabras:

“Nuestra participación va acompañada de una posición clara para denunciar las trabas a la libertad de informar, reclamar la protección de todos los ciudadanos y periodistas, y exigir condiciones seguras sobre el terreno. La cultura nunca es un entretenimiento desligado del mundo real.”

Ahí es nada.

Philippot también subrayó que el servicio público tiene la obligación de ser fiel a sus principios: humanidad, independencia editorial y libertad.
Si Eurovisión sigue siendo un escenario válido, es precisamente porque permite —en teoría— que la diversidad, la inclusión y la libertad artística convivan en un mismo espacio.

La RTBF promete cobertura periodística, no silencio

La emisora defiende que su participación permite algo importante: mantener un altavoz activo para recordar lo que ocurre fuera del plató.

En otras palabras, si van al concurso, no será para mirar hacia otro lado:
la RTBF usará su cobertura para contextualizar, informar y mantener vivo el debate sobre Gaza y sobre la seguridad de la prensa.

En paralelo, la UER anunció la creación de una task force para abordar estas preocupaciones, un gesto que confirma que la presión de varios países ha surtido efecto… aunque para muchos, no lo suficiente.

La VRT emite, pero con condiciones

En el otro lado lingüístico del país, la VRT también retransmitirá Eurovisión, aunque ha dejado claro que lo hará con un encuadre editorial específico, otra forma de decir: vamos, pero no nos callamos.

España, Países Bajos, Eslovenia e Irlanda se caen del mapa

Mientras Bélgica opta por seguir, otros cuatro países ya han confirmado boicot:

  • España, tras su enfrentamiento directo con la UER.
  • Países Bajos, que denunció ataques a la libertad de prensa.
  • Eslovenia, con una postura especialmente dura.
  • Irlanda, que calificó su participación como “inconcebible”.

Aun así, en un giro curioso, la neerlandesa Avrotros ha decidido emitir la competición sin enviar artista, con la promesa de una cobertura “independiente y neutral”. Holanda sin actuación, pero con retransmisión: otro síntoma del año raro que vive Eurovisión.

La ministra belga de Medios celebra la decisión

Jacqueline Galant aplaudió públicamente la postura de la RTBF, alineada —según dijo— con la mayoría democrática expresada en la UER:

“Eurovisión debe seguir siendo una cita cultural que nos una alrededor de la paz. La cultura tiene que seguir siendo un puente entre los pueblos, sobre todo cuando la política deja de serlo.”

No todos comparten su entusiasmo.
El bloque PS-PTB-Ecolo había pedido que Bélgica se retirara.

Los sindicatos culturales llaman al boicot

La CGSP Culture fue aún más lejos:
pidió a los artistas y profesionales del sector que no participen mientras Israel figure en la lista de concursantes.

El comunicado no se anda con rodeos: acusa a Israel de crímenes de guerra, genocidio y crímenes contra la humanidad y exige un boicot cultural generalizado.

Es decir: Bélgica como país estará, pero no todos dentro de Bélgica quieren estar.

Eurovisión 2026: un festival en su mayor encrucijada

Mientras Austria afina los preparativos, Eurovisión vuelve a enfrentar un paisaje dividido:

  • Países que se quedan, pero critican.
  • Países que se van, pero retransmiten.
  • Países que se quedan, pero piden boicots internos.
  • Y una UER que intenta navegar la tormenta sin que el barco haga demasiada agua.

Con este panorama, una cosa está clara:
Eurovisión 2026 no va a ser recordado por el vestuario ni por los fuegos artificiales, sino por la mayor crisis política y ética que ha atravesado el concurso en años.

Fuente: RTBF

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